martes, 9 de enero de 2018

Debajo de esas copas
¿Todavía me ves? ¿Puedes aún verme?
No sé muy bien porqué camino siempre así: escondido entre copas de árboles que no dejan que el sol llegue.
El aire es ideal, lleno de fresco matinal, neblinoso y opaco, como tanto me gusta. Amo este otoño. Lo amo.
El sol me quemaría. No lo quiero.
El camino húmedo lleva a un solo lugar, donde no hay espinas.
Estoy solo de nuevo. ¡Pero el aire es tan puro!
Esos techos de hojas, barnizados de noche por la luna, se me caen encima, como papelitos cincelados por niños traviesos, que festejan mi paso. Pero casi ni los veo. No hay tiempo ya.
Míralos… son pañuelos danzantes, en estado de rebelión, asfixiándose, desordenados, que quieren que yo siga.
Camino sobre un piso lacustre, oceánico, que espeja con timidez opaca, el mundo de arriba.
Ya dejé atrás la tristeza. La salida está cerca. La veo.
Me mojo los pies, un poco. Pero me hace feliz, caminar por aquí, asediado de gotas otoñales que me colman.
Todavía no apareciste.
Pero sé que, radiante, me asfixiarás con tu luz. solo te pido ésto: no me quites el aire.
Que la vida, y nuestro amor, sean siempre otoñales.
El sol, siempre caprichoso, puede esperar.
Texto: Coqui. Pintura: Leonid Afremov.

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