martes, 9 de enero de 2018



MUJER BAÑADA DE LUCES NOCTURNAS
Calle cincelada por besos de luz, fragmentada en espasmos multicolores. Dios dibuja soles, estrellas y galaxias pintando caprichosamente la noche, mientras caminas trémula y pensante. Las chispas cromáticas me asfixian los ojos. Y los tuyos. Nada es opaco. Menos tu luz.
Tu paraguas y tu vestido, blancos, absorven la danza galáctica ante la cual te rindes. Yo también me rindo.
Te veo pasar, silenciosa, y única, sin interrupciones ni bocinas cercanas. Solo brillas. Brillas. No se quién eres. Pero tu halo fantástico ha infringido mis escudos.
Los faroles, en línea, fingiendo crucifijos, te marcan el camino, protegiendo la arcaica y pétrea calle. Por allí pasaron héroes.
Yo rezo. No eres de aquí. No puedo hablarte.
Todo es despabilante. Pero silencioso. No hay almas durmientes. Mis ojos quedan exhaustos. El universo fulge, exagerado, sobre tu calle, diezmada por el capricho de un dios que dibuja ebrio. Los astros están ahí, hasta en el suelo, impregnados de eternidad.
Por las ventanas alguien te ve pasar. ¿Te ven pasar? O solo es un invento de Dios tu leve caminata. Ellos duermen. Temen tanta luz.
Sí, ya sé. Eres un ángel. La lluvia no es tanto. Eres tú, que me humedeces los ojos, enamorándome.
Coqui. (Pintura: Leonid Afremov)

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